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Más de
la mitad de los peruanos considera que vive en una democracia con “grandes
problemas”.
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Estas
organizaciones se enfrentan a nuevos desafíos en América Latina.
¿Cómo
responder a los desafíos que representan para las Organizaciones de la Sociedad
Civil (OSC) -organizaciones no gubernamentales, asociaciones y otras organizaciones- los
cambios en curso en la región? Esta fue la pregunta central que ha atravesado
el debate de los ponentes en el Seminario Internacional sobre los desafíos a los
que se enfrentan las Organizaciones de
la Sociedad Civil de la región,
realizado en Lima.
“El destino
de las organizaciones de la sociedad civil no depende de la cooperación
internacional, depende de nosotros mismos, de la capacidad para reinventarnos y
de responder a los desafíos que se viven en Latinoamérica”, afirma contundente
Eduardo Cáceres, investigador peruano.
América
Latina se encuentra en una encrucijada, como puso de manifiesto la CEPAL en un
informe de 2013. Se han logrado importantes progresos en la reducción de la
pobreza, pero la desigualdad persiste; se ha incrementado la presencia del
Estado y se han consolidado sistemas
democráticos en países que vienen de tradiciones autoritarias, y sin embargo,
la desafección hacia la política entre la población es muy alta. En Perú,
el 56% de los ciudadanos considera
que tiene “grandes problemas”, -situándose a la cabeza de los países
latinoamericanos con esta percepción tan negativa-, además manifiestan tener
poco interés hacia la política, de acuerdo al Latinobarómetro.
“Las OSC
viven una paradoja, mientras las demandas a nuestras organizaciones son cada
vez mayores, la sociedad civil se enfrenta a una crisis de supervivencia”,
explica Anabel Cruz, del Instituto de
Comunicación y Desarrollo (ICD) de Uruguay. El financiamiento de las OSC se ha visto afectado por la crisis de los
países donantes, por los cambios en la clasificación del Banco Mundial de
algunas economías de la región que han pasado de ser consideradas de renta
media a renta alta, como es el caso de Uruguay o Chile. Además, de los cambios
en las prioridades estratégicas de los países e instituciones donantes. Frente
a este escenario, los especialistas señalan la necesidad de consolidar
mecanismos de financiamiento sustentables y la búsqueda de mejores marcos
normativos, sin que ello suponga cesión de
autonomía en su identidad, ni recortes en el rol que las OSC cumplen.
Consideran que la discusión no puede ni debe concentrarse en el tema de los
recursos, pues antes del 2008, la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD)
representaba menos del 1% del PBI de la mayoría de las economías de la región.
“Hace 20 años, las ONG eran muy valorizadas a
nivel internacional. Ahora, es casi todo lo contrario. Hay una visión negativa
de las mismas, difundida por los medios de comunicación, vinculándolas con la
corrupción”, explica Ivo Lesbaupin, director ejecutivo de la Asociación
Brasileña de ONG por el Desarrollo y Bienes Comunes (Abong).
Lesbaupin añade que esta percepción
interesa, pues en algunos casos, las ONG
“crean dificultades para empresas multinacionales que causan daños
medioambientales, y a los gobiernos también. Por ejemplo, el gobierno de Brasil
está financiando empresas hidroeléctricas en la Amazonía y quienes luchan
contra eso son las ONG, que quieren defender a las poblaciones indígenas y su
medio contra la deforestación”.
“Los conflictos socioambientales se producen
porque el capital privado y el Estado irrumpe en una comunidad sin tener en
cuenta que ésta está habitada y debe ser
consultada, tal y como establece el Convenio 169 de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT), sin embargo, esto no
sucede. Nuestro papel resulta incómodo, porque
denunciamos cómo afecta a la gente y a la Naturaleza”, explica Josefina
Huamán, secretaria ejecutiva de la Asociación Nacional de Centros, de
Perú. Así, las decisiones tomadas por el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) demuestran
una institucionalidad débil, para la especialista, porque no son
suficientemente debatidas, y devienen en mayores conflictos por los recursos
naturales, representando en el Perú el 65% del total de los mismos.
“Tenemos un marco normativo que nos alienta a
pensar que hay caminos de equidad y justicia pero en la práctica no se cumple.
Las organizaciones de la sociedad civil somos una voz crítica que fortalece la
democracia”, concluye Josefina Huamán.
Pese
a este escenario complejo, todos los asistentes remarcaron la importancia de
las OSC en la promoción de la democracia, derechos humanos, desarrollo integral
y seguridad.
Asimismo,
constatan la necesidad de articular una
agenda que aborde temas impostergables como la gobernanza de los recursos naturales,
la igualdad en el mundo del trabajo y la erradicación de la pobreza a través
del trabajo decente, la fiscalidad con vocación de igualdad y el rol de las
ciudades como articuladores de territorios mayores. El futuro de las OSC, pasa
por una resignificación del rol de las ONG y una repolitización de las mismas.
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