Escribe Pedro Francke
Me han estremecido
un montón de mujeres
mujeres de fuego
mujeres de nieve
pero lo que me ha estremecido
hasta perder casi el sentido
lo que a mí más me ha estremecido
son tus ojitos, mi hija
son tus ojitos divinos.
Silvio, por supuesto, nunca
Arjona.
Mujeres batalla
Nadine se mete donde no debe. Gobierna
cuando no le corresponde y quien fue elegido presidente permite violentar la institucionalidad que le
fue confiada. Ha preferido los oropeles de la Confiep y los oros de los dueños
del Perú, cuando había establecido tantas veces una postura distinta.
Imposible, en este día de la mujer, no batallar contra esta señora.
Gladys Triveño sorprende.
Tecnócrata gris, parecía. Resultó firme antes los grandes tiburones de la
harina de pescado, defendiendo a los pescadores artesanales y la mesa popular
frente a estos multimillonarios acostumbrados al abuso y la corrupción. Salió,
finalmente, a decir las verdades de las presiones que recibió y de las mafias
contra las que batalló.
Rossana Echeandía defiende a los
curas sodálites con tendencias
pederastas. Como periodista escribe
pretextos para desacreditar el testimonio de Jason Day que, ya sabemos,
no dará lugar a juicio alguno, solo alerta de lo que sucede. Dice que la fecha
no coincide, como si alguien pudiera recordar el mes, día y hora de un evento
de su niñez. Esta mujer batalla a favor de la institución más machista y
misógina de occidente que aún está lejos de introducir los cambios que hacen falta para
que sus miembros se humanicen más.
Máxima Acuña de Chaupe, resiste.
Su familia es dueña de una pequeña parcela de terreno en una zona rural
cajamarquina, adonde Yanacocha quiere expandir sus operaciones. Ella no quiere
vender. Resiste policías, golpizas, acusaciones de fiscales que viajan en
carros de Yanacocha. Mujer batalla ejemplar.
Justicia en el
Trabajo
Pasemos ahora de los casos a las
poblaciones, los sistemas sociales y las estadísticas. A la mirada global.
De la cartera de conocimientos de
los estudios económicos, sacamos esto. Las mujeres ganan en promedio 30 por
ciento menos que los hombres. Si no son blanquitas, descuente otro 15 por
ciento. Si no son “bellas”, descuénteles una décima parte.
El 30 por ciento de menos que en
promedio ganan de menos las mujeres, viene en 2 tramos. El primer tramo es por
el tipo de empleo: las mujeres enfrentan más barreras para alcanzar los puestos
de trabajo de mayor “categoría”. El segundo tramo es porque, aun teniendo el
mismo puesto de trabajo y las mismas capacidades que un hombre, las mujeres
ganan 15% menos. Ninguna de las dos discriminaciones es justificable, contra
ninguna de las dos ha hecho nada Ana Jara o alguna de sus antecesoras, ni
tampoco el ministerio de trabajo.
Imagínese ahora a un hombre y una
mujer que, en contra de todas estas estadísticas, trabajan toda su vida ganando
exactamente lo mismo y les han descontado exactamente igual para su jubilación.
Si ambos están afiliados a una AFP, cualquiera sea esta, la mujer obtendrá una
pensión 10% menor que la que obtendrá un hombre, no importa que sus necesidades
sean iguales o quizás mayores. ¿Cómo así? Argumentan que, como se espera que
vivan más, deben recibir menos mensualmente, porque si no la cuenta financiera
donde están sus aportes se desequilibra. Es que bajo la óptica neoliberal solo hay
cuentas bancarias y no existen los derechos. Pero esa discriminación en Europa
no se permite.
Por otro lado, el mismo sistema
de AFPs tiene otro elemento en el que importa la diferencia en la salud y la
esperanza de vida entre hombres y mujeres: el seguro de sobrevivencia e
invalidez que pagamos todos los meses los afiliados a las AFPs. Ese seguro
tiene la misma tasa para hombres y mujeres, a pesar que es bien sabido que el
riesgo de las mujeres es bastante menor (en Chile, por eso, las mujeres pagan
una tasa menor), por lo que si solo importa el equilibrio financiero debieran
pagar menos.
O sea: en las AFPs la diferencia
entre la salud de hombres y mujeres, cuando se puede interpretar a favor del
hombre sí se considera, pero cuando juega a favor de la mujer, allí no se
considera. Inequidad, que le dicen. Viva la reforma de Castilla.
En estos tiempos, no está demás
anotar que el salario mínimo es igual para hombres que para mujeres y que el
Sistema Nacional de Pensiones de la ONP paga igual a hombres y mujeres de
similar condición. Como para recordar que los sistemas sociales públicos
igualan a quienes logran entrar a ellos; igualan los géneros, igualan los
orígenes étnicos, igualan un poco incluso las diferencias de clases. Como para
recordar que la lucha por la equidad de género es parte de la lucha por la
igualdad entre todos los seres humanos.
¿Dónde está el
protocolo?
Ha pasado más de una década desde
que la Corte Interamericana de Derechos Humanos revisó el caso de K.LL, una
adolescente de 17 años que tuvo un embarazo anancefálico: el feto no tenía
cerebro. Necesariamente moriría al nacer o pocas horas después, causando un
obvio sufrimiento a la madre.
La Corte conoció el caso luego de
que Karen Llontop pasó por todo eso, pero estableció que el Perú debe aprobar un
protocolo para el aborto terapéutico. Nuestra Constitución establece ese
derecho cuando la vida o la salud de la madre están en riesgo, pero como en
tiempos coloniales, la ley se acata pero no se cumple. Cipriani, presente,
sintiéndose a sus anchas en la linda catedral colonial de Lima, y desde allí
defendiendo que en esto sigamos como en tiempos de la Santa Inquisición.
Desde el fallo de la Corte han
pasado una docena de ministros, incluyendo varias ministras, y nada. Pasó Pilar
Mazzetti, y nada. Ahora tenemos nuevamente una mujer como ministra de salud, y
nada. Buscando pretextos y dándoles larga porque se mueren de miedo de
Cipriani, y mientras tanto miles de mujeres peruanas siguen sacrificando sus
vidas y su salud en el altar de los prejuicios seudorreligiosos.
“Somos partidarios de los
principios, no de los hombres”, dijo Emiliano Zapata. La frase vale doble hoy
día cuando lo que debe estar primero son los derechos de las mujeres.
Lo fácil
Muchos temas se quedan en el
tintero. La desigualdad, discriminación y exclusión de las mujeres se expresa
en tantos otros espacios: las ofensivas frases callejeras, la inseguridad
ciudadana de la que son víctimas preferidas, la política y los espacios de
poder, etc.
Reivindicar los derechos de las
mujeres no se sustenta en que las mujeres sean intrínsecamente mejores, como
nos recuerdan todos los días Keiko Fujimori, Lourdes Alcorta y María Luisa
Cuculiza. Es porque tienen
la misma y no menor
dignidad que nosotros los hombres.
Hacerlo no es solo cuestión de mujeres;
como hemos visto, algunas de ellas les hacen flaco favor a la lucha por la
igualdad de género. Esta lucha es de todos. Para quienes venimos de una formación familiar sólidamente machista
apenas horadada por los heroicos esfuerzos de una hermana feminista y de mis
hijas batalladoras, no es fácil dar esa lucha en la vida diaria. Mucho más fácil
será estar, hoy 7 de marzo, desde las 4 pm en el Parque de la Muralla, con la
marcha por los derechos de las mujeres.
Publicado en
Hildebrandt en sus trece, 7 de marzo de 2014