Escribe
Pedro Francke
Pasé
las semanas finales de 1997 haciendo una consultoría en una entidad pública.
Bordeaba la navidad y me di cuenta que los rostros no eran alegres y
tranquilos, sino adustos, casi sombríos. Alguien me explicó lo que pasaba:
todos los trabajadores, profesionales y técnicos, estaban contratados a plazo
fijo y sus contratos terminaban el 31 de diciembre. Nadie estaba seguro de
tener trabajo el 2 de enero. Varias veces había habido despidos masivos. La
gente estaba asustada. Era el fujimorismo.
15
años después, no ha cambiado mucho.
Esta
navidad no solamente los informales, campesinos, ambulantes, cachueleros,
recurseadores y demás sobrevivientes, carecerán de gratificaciones que les
permitan tener unas mejores fiestas. También entre los asalariados - los que
trabajan para una empresa privada - hay en el Perú más de 900 mil trabajadores
para quienes este fin de año no habrá gratificaciones ni vacaciones. Cerca de un
millón de familias sin estos beneficios básicos no por carecer de empleo, sino
porque en su trabajo ven sus derechos negados. Incluidos, económicamente
hablando, pero explotados.
En
efecto, un 14,4 por ciento de los 1,5 millones trabajadores de la gran empresa prestan
“servicios no personales” o no tienen ningún contrato formal, de acuerdo a la
Encuesta Nacional de Hogares del INEI. Son más de 200 mil trabajadores a
quienes se niegan sus derechos laborales básicos, contratados en empresas legalmente
constituidas con más de cien trabajadores y ventas por varios millones anuales.
Conocemos los diversos pretextos: que prestan servicios, que son contratados
por intermediarias, que simplemente los “apalabran” y ya. Mientras tanto, la
fiscalización laboral es recontra débil. Este grupo de trabajadores está peor
que los contratados a plazo fijo; no tienen ni gratificaciones ni vacaciones ni
seguro de salud ni nada. Ganan en
promedio apenas 700 soles mensuales. En las pequeñas empresas (empresas con más
de 10 trabajadores, no son microempresas) el 46% está sin contrato de trabajo;
suman casi 700 mil personas.
Plazo
fijo, inseguridad total
Hay
quienes están un poquito mejor: los que tienen un contrato de trabajo, que sí tienen
respaldo legal y se supone deben recibir gratificaciones y vacaciones. Pero el
73% de ellos está contratado a plazo fijo. Apenas una cuarta parte de los
asalariados que podríamos llamar “afortunados” porque tienen un contrato, no
está este fin de año ante la posibilidad de no ser recontratado el 2014 y pasar
súbitamente a las filas de los desempleados. Se propagandiza que el crecimiento
económico en el Perú bate récords de
continuidad y estabilidad, pero el trabajo es cada vez más inestable. No es
broma: efectivamente, los contratos a plazo fijo, en vez de irse convirtiendo
en contratos permanentes, van siendo cada vez más.
Por
ahí dicen que eso no importa, que los buenos trabajadores seguirán siendo
contratados año tras año. Pero las estadísticas no mienten: quienes tienen un
contrato a plazo fijo duran en promedio menos de 3 años en sus trabajos,
quienes tienen contrato permanente (“plazo indefinido” en la jerga del ramo),
la duración promedio de un trabajo supera los 10 años. Estar asustado por tener
un contrato a plazo fijo no es cuestión de ociosos sino de inteligentes.
Mientras
el sueldo de un trabajador contratado a plazo fijo es en promedio de 1,400
soles, de quienes no tienen esa fecha determinada ganan en promedio 2,500 soles.
Los trabajadores bajo services o los que están bajo intermediación laboral
apenas llegan a 1,200, justificando el que Alan García las llamara “malditas
services” antes de ser Presidente (porque luego se olvidó por completo de esta
crítica radical, como de tantas otras).
¿Otro
misterio del capital?
Las
empresas legalmente constituidas están obligadas a presentar sus planillas –
ahora electrónicas – al Ministerio de Trabajo. El análisis de estas planillas
indica que en los últimos 4 años de boom económico, los salarios de los obreros
han aumentado al 1,5% anual, mientras los sueldos de los empleados apenas 0,3%
anual. Comparado con un crecimiento económico que según nos dicen ha sido de
más del 6% anual, la diferencia es sustancial. ¿Por qué esa brecha?
Para
los economistas neoliberales, el salario debiera depender de la oferta y la
demanda de trabajo. Como para cualquier producto, piensan que si hay más
demanda los precios (en este caso los salarios) debieran subir. Si hay
crecimiento económico, hay más demanda de trabajo. El empleo aumenta. Debieran
por lo tanto aumentar los salarios. Pero eso No está pasando. Es como un
segundo misterio del capital.
En
la explicación neoliberal, la política no importa, solo importa el mercado.
Pero resulta que, cuando se analiza lo que sucede a nivel internacional, eso no
es verdad. Un fino análisis estadístico de Dani Rodrik, profesor de Harvard
(“Democracies pay higher wages”, 1998), muestra que donde hay mejores
instituciones democráticas, se pagan mayores salarios. La diferencia puede ser
grande; Rodrik estima que si la democracia mexicana fuera como la de Estados Unidos,
los salarios mexicanos serían hasta 40%
más. El análisis se complementa mostrando como países que han tenido
transiciones a la democracia han tenido alzas de salarios mayores que su
crecimiento económico (España, Portugal, Grecia, Corea, Hungría, Chile 89),
mientras que quienes han sufrido golpes dictatoriales (Brasil 60s, Chile y
Argentina en los 70s, Turquía 80) han visto caer sus salarios.
En
el Perú, los salarios van detrás del crecimiento económico, lo que hace que de
la torta total del PBI, los salarios que fueron 30% un par de décadas atrás,
ahora apenas llegan al 20%. Lo curioso es que esta caída se da abruptamente
durante la dictadura de Fujimori (de 30% a 25% en un par de años), pero con la
transición a la democracia esa proporción vuelve a caer, lenta pero
sostenidamente, hasta llegar al 20% actual. Este es el misterio de la
democracia peruana: no ha dado los resultados positivos sobre los salarios que
se observan en la mayor parte de países del mundo. Somos especiales.
Falta
democracia
Las
trabajadoras de “La Ibérica”, tienda que vende chocolates y mazapanes a precios
altos, se encuentran en huelga hace un mes. Quieren un aumento y solo les
ofrecen 50 céntimos diarios: menos de lo que cuesta un bomboncito.
Los
trabajadores de Ripley hicieron un paro de 3 días. La empresa chilena vende a
todo trapo en los días previos a la navidad, pero los trabajadores no consiguen
que les hagan una oferta mínima de aumento; solo les ofrecen 47 céntimos
diarios.
Los
trabajadores de Zeta Gas hicieron un sindicato hace 2 años, pero la empresa ha
respondido despidiendo a sus dirigentes. A la señora Alicia Rodríguez de la
Cruz la han despedido ya 3 veces por sus reclamos. Los trabajadores han
señalado también que la empresa hace trampa poniendo menos gas que el debido.
Mientras tanto, en Lurín la empresa trabaja en una zona donde solo está
permitido tener casas-huerta.
En
todos estos y muchos otros casos, el problema de la salud y seguridad en el
trabajo es otro problema. Trabajadores enfermos debido a las condiciones en que
tienen que laborar, y nadie se hace responsable. Accidentes sin respuesta
adecuada y que dejan secuelas de por vida. La nueva ley que hay al respecto
nadie la cumple; y la ministra ya ha dicho que la quiere cambiar – quitando
derechos a los trabajadores.
La
tasa de sindicalización en el Perú es de apenas 4 por ciento, y por todas
partes quienes quieren sindicalizarse sufren despidos y agresiones. Es más
fácil para los empresaurios cuando los contratos son a plazo fijo: simplemente
vence el plazo y no te vuelven a contratar. Es el caso del 73% de los que
tienen contrato, recuérdese. Claro que si eres trabajador de services o sin
contrato, ni intentes un reclamo o aparecerte en una reunión sindical, al día
siguiente nomás ya estás “de patitas en la calle”.
Quizás
el Perú no está tan apartado de la teoría de Rodrik, que dice que cuando hay
democracia los salarios mejoran. Quizás lo que pasa es que en el Perú hay muy
poca democracia. Como cuando los congresistas dan ejemplo robándoles el sueldo
a sus trabajadores. Como cuando quien quiere hacer un sindicato es despedido.
Como cuando jamás, señora ministra, fue el trabajo tan mortal.
Publicado en Hildebrandt en sus Trece el 20 diciembre 2013