domingo, 29 de diciembre de 2013

Trabajadores: la quinta rueda

Escribe Pedro Francke
Pasé las semanas finales de 1997 haciendo una consultoría en una entidad pública. Bordeaba la navidad y me di cuenta que los rostros no eran alegres y tranquilos, sino adustos, casi sombríos. Alguien me explicó lo que pasaba: todos los trabajadores, profesionales y técnicos, estaban contratados a plazo fijo y sus contratos terminaban el 31 de diciembre. Nadie estaba seguro de tener trabajo el 2 de enero. Varias veces había habido despidos masivos. La gente estaba asustada. Era el fujimorismo.
 
15 años después, no ha cambiado mucho.
Esta navidad no solamente los informales, campesinos, ambulantes, cachueleros, recurseadores y demás sobrevivientes, carecerán de gratificaciones que les permitan tener unas mejores fiestas. También entre los asalariados - los que trabajan para una empresa privada - hay en el Perú más de 900 mil trabajadores para quienes este fin de año no habrá gratificaciones ni vacaciones. Cerca de un millón de familias sin estos beneficios básicos no por carecer de empleo, sino porque en su trabajo ven sus derechos negados. Incluidos, económicamente hablando, pero explotados.
 
En efecto, un 14,4 por ciento de los 1,5 millones trabajadores de la gran empresa prestan “servicios no personales” o no tienen ningún contrato formal, de acuerdo a la Encuesta Nacional de Hogares del INEI. Son más de 200 mil trabajadores a quienes se niegan sus derechos laborales básicos, contratados en empresas legalmente constituidas con más de cien trabajadores y ventas por varios millones anuales. Conocemos los diversos pretextos: que prestan servicios, que son contratados por intermediarias, que simplemente los “apalabran” y ya. Mientras tanto, la fiscalización laboral es recontra débil. Este grupo de trabajadores está peor que los contratados a plazo fijo; no tienen ni gratificaciones ni vacaciones ni seguro de salud ni nada.  Ganan en promedio apenas 700 soles mensuales. En las pequeñas empresas (empresas con más de 10 trabajadores, no son microempresas) el 46% está sin contrato de trabajo; suman casi 700 mil personas.
 
Plazo fijo, inseguridad total
Hay quienes están un poquito mejor: los que tienen un contrato de trabajo, que sí tienen respaldo legal y se supone deben recibir gratificaciones y vacaciones. Pero el 73% de ellos está contratado a plazo fijo. Apenas una cuarta parte de los asalariados que podríamos llamar “afortunados” porque tienen un contrato, no está este fin de año ante la posibilidad de no ser recontratado el 2014 y pasar súbitamente a las filas de los desempleados. Se propagandiza que el crecimiento económico  en el Perú bate récords de continuidad y estabilidad, pero el trabajo es cada vez más inestable. No es broma: efectivamente, los contratos a plazo fijo, en vez de irse convirtiendo en contratos permanentes, van siendo cada vez más.
 
Por ahí dicen que eso no importa, que los buenos trabajadores seguirán siendo contratados año tras año. Pero las estadísticas no mienten: quienes tienen un contrato a plazo fijo duran en promedio menos de 3 años en sus trabajos, quienes tienen contrato permanente (“plazo indefinido” en la jerga del ramo), la duración promedio de un trabajo supera los 10 años. Estar asustado por tener un contrato a plazo fijo no es cuestión de ociosos sino de inteligentes.
 
Mientras el sueldo de un trabajador contratado a plazo fijo es en promedio de 1,400 soles, de quienes no tienen esa fecha determinada ganan en promedio 2,500 soles. Los trabajadores bajo services o los que están bajo intermediación laboral apenas llegan a 1,200, justificando el que Alan García las llamara “malditas services” antes de ser Presidente (porque luego se olvidó por completo de esta crítica radical, como de tantas otras).
 
¿Otro misterio del capital?
Las empresas legalmente constituidas están obligadas a presentar sus planillas – ahora electrónicas – al Ministerio de Trabajo. El análisis de estas planillas indica que en los últimos 4 años de boom económico, los salarios de los obreros han aumentado al 1,5% anual, mientras los sueldos de los empleados apenas 0,3% anual. Comparado con un crecimiento económico que según nos dicen ha sido de más del 6% anual, la diferencia es sustancial. ¿Por qué esa brecha?
 
Para los economistas neoliberales, el salario debiera depender de la oferta y la demanda de trabajo. Como para cualquier producto, piensan que si hay más demanda los precios (en este caso los salarios) debieran subir. Si hay crecimiento económico, hay más demanda de trabajo. El empleo aumenta. Debieran por lo tanto aumentar los salarios. Pero eso No está pasando. Es como un segundo misterio del capital.
 
En la explicación neoliberal, la política no importa, solo importa el mercado. Pero resulta que, cuando se analiza lo que sucede a nivel internacional, eso no es verdad. Un fino análisis estadístico de Dani Rodrik, profesor de Harvard (“Democracies pay higher wages”, 1998), muestra que donde hay mejores instituciones democráticas, se pagan mayores salarios. La diferencia puede ser grande; Rodrik estima que si la democracia mexicana fuera como la de Estados Unidos, los salarios  mexicanos serían hasta 40% más. El análisis se complementa mostrando como países que han tenido transiciones a la democracia han tenido alzas de salarios mayores que su crecimiento económico (España, Portugal, Grecia, Corea, Hungría, Chile 89), mientras que quienes han sufrido golpes dictatoriales (Brasil 60s, Chile y Argentina en los 70s, Turquía 80) han visto caer sus salarios.
 
En el Perú, los salarios van detrás del crecimiento económico, lo que hace que de la torta total del PBI, los salarios que fueron 30% un par de décadas atrás, ahora apenas llegan al 20%. Lo curioso es que esta caída se da abruptamente durante la dictadura de Fujimori (de 30% a 25% en un par de años), pero con la transición a la democracia esa proporción vuelve a caer, lenta pero sostenidamente, hasta llegar al 20% actual. Este es el misterio de la democracia peruana: no ha dado los resultados positivos sobre los salarios que se observan en la mayor parte de países del mundo. Somos especiales.
Falta democracia
Las trabajadoras de “La Ibérica”, tienda que vende chocolates y mazapanes a precios altos, se encuentran en huelga hace un mes. Quieren un aumento y solo les ofrecen 50 céntimos diarios: menos de lo que cuesta un bomboncito.
 
Los trabajadores de Ripley hicieron un paro de 3 días. La empresa chilena vende a todo trapo en los días previos a la navidad, pero los trabajadores no consiguen que les hagan una oferta mínima de aumento; solo les ofrecen 47 céntimos diarios.
 
Los trabajadores de Zeta Gas hicieron un sindicato hace 2 años, pero la empresa ha respondido despidiendo a sus dirigentes. A la señora Alicia Rodríguez de la Cruz la han despedido ya 3 veces por sus reclamos. Los trabajadores han señalado también que la empresa hace trampa poniendo menos gas que el debido. Mientras tanto, en Lurín la empresa trabaja en una zona donde solo está permitido tener casas-huerta.
 
En todos estos y muchos otros casos, el problema de la salud y seguridad en el trabajo es otro problema. Trabajadores enfermos debido a las condiciones en que tienen que laborar, y nadie se hace responsable. Accidentes sin respuesta adecuada y que dejan secuelas de por vida. La nueva ley que hay al respecto nadie la cumple; y la ministra ya ha dicho que la quiere cambiar – quitando derechos a los trabajadores.
 
La tasa de sindicalización en el Perú es de apenas 4 por ciento, y por todas partes quienes quieren sindicalizarse sufren despidos y agresiones. Es más fácil para los empresaurios cuando los contratos son a plazo fijo: simplemente vence el plazo y no te vuelven a contratar. Es el caso del 73% de los que tienen contrato, recuérdese. Claro que si eres trabajador de services o sin contrato, ni intentes un reclamo o aparecerte en una reunión sindical, al día siguiente nomás ya estás “de patitas en la calle”.
 
Quizás el Perú no está tan apartado de la teoría de Rodrik, que dice que cuando hay democracia los salarios mejoran. Quizás lo que pasa es que en el Perú hay muy poca democracia. Como cuando los congresistas dan ejemplo robándoles el sueldo a sus trabajadores. Como cuando quien quiere hacer un sindicato es despedido. Como cuando jamás, señora ministra, fue el trabajo tan mortal.
 
Publicado en Hildebrandt en sus Trece el 20 diciembre 2013  

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