Escribe
Pedro Francke
El
gobierno de Ollanta ofreció una Gran Transformación, incluyendo la política
económica. Nada ha cambiado en el manejo presupuestal.
El
presupuesto 2014 lo aprobó el Congreso, pero bajo órdenes directas del ministro
de economía y finanzas Luis M. Castilla quien, como recordamos, había sido
vice-ministro bajo Alan García. Pocas veces un continuismo tan descarnado, tan
poco sutil: hay tan pocos cambios en el MEF que ni siquiera cambiaron las
caras. Sin duda algo que NO ha cambiado es que el Congreso solo pone su firma
pero no discute nada. Para asegurarse eso Castilla misma estuvo presente hasta
que la Comisión de Presupuesto aprobó la cifra global de presupuesto, mientras
por los pasillos del Congreso los funcionarios de presupuesto del MEF negociaban
obritas para las provincias de algunos congresistas como “canje” por sus votos.
Desde
hace 20 años seguimos con la misma lógica presupuestal del fujimorismo. Por un
lado pocos impuestos sobre las grandes empresas. Exoneraciones tributarias a
las agroexportadoras, que venden cientos de millones de dólares de espárragos o
uvas al exterior pero pagan la mitad de impuesto a la renta (15%) o de
contribución a la seguridad social (4%) que cualquier pequeña empresa de la
ciudad. Ventajas especiales a las mineras que tienen depreciación acelerada de
sus inversiones. Todo esto hace que la recaudación tributaria sea baja: apenas 16%
del PBI, sin a pesar de que el Acuerdo Nacional suscrito hace una década
establece una meta de 18%, que es aun baja para estándares internacionales.
Pocos
ingresos llevan a un bajo gasto en salud y educación. Se resalta en estos días
los pobres resultados de la educación peruana. ¡Pero si el estado dedica miserias
a la educación y la salud! En educación seguimos en 3% del PBI, la mitad de lo mandatado
constitucionalmente. En salud, es aún menos, apenas 1,5% del PBI. Los
neoliberales insisten en reformas privatizantes para hacer más eficientes esos
servicios, pero siendo verdad que los sistemas educativos y de salud no están
bien organizados, con el presupuesto que tienen no es posible lograr el
objetivo de servicios de calidad para todos.
El
equilibrio presupuestal es de bajo nivel, beneficios a los ricos y malos
servicios básicos. El equilibrio político se busca resolver recentralizando
todo en el Poder Ejecutivo. No funciona:
la popularidad del gobierno va en picada, igual que en anteriores regímenes. La
gente no es tonta y frente a esta realidad brutal, la sonrisa de Nadine no
llega más lejos que las poses de García.
Publicado en el
Diario La Primera, 4 de diciembre de 2013
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