martes, 1 de abril de 2014

MUJERES DESIGUALES

Escribe Pedro Francke

Me han estremecido
un montón de mujeres
mujeres de fuego
mujeres de nieve
pero lo que me ha estremecido
hasta perder casi el sentido
lo que a mí más me ha estremecido
son tus ojitos, mi hija
son tus ojitos divinos.
Silvio, por supuesto, nunca Arjona.

Mujeres batalla
Nadine se mete donde no debe. Gobierna cuando no le corresponde y quien fue elegido presidente permite violentar la institucionalidad que le fue confiada. Ha preferido los oropeles de la Confiep y los oros de los dueños del Perú, cuando había establecido tantas veces una postura distinta. Imposible, en este día de la mujer, no batallar contra esta señora.
 
Gladys Triveño sorprende. Tecnócrata gris, parecía. Resultó firme antes los grandes tiburones de la harina de pescado, defendiendo a los pescadores artesanales y la mesa popular frente a estos multimillonarios acostumbrados al abuso y la corrupción. Salió, finalmente, a decir las verdades de las presiones que recibió y de las mafias contra las que batalló.
 
Rossana Echeandía defiende a los curas sodálites con tendencias pederastas. Como periodista escribe  pretextos para desacreditar el testimonio de Jason Day que, ya sabemos, no dará lugar a juicio alguno, solo alerta de lo que sucede. Dice que la fecha no coincide, como si alguien pudiera recordar el mes, día y hora de un evento de su niñez. Esta mujer batalla a favor de la institución más machista y misógina de occidente que aún está lejos de introducir los cambios que hacen falta para que sus miembros se humanicen más.
 
Máxima Acuña de Chaupe, resiste. Su familia es dueña de una pequeña parcela de terreno en una zona rural cajamarquina, adonde Yanacocha quiere expandir sus operaciones. Ella no quiere vender. Resiste policías, golpizas, acusaciones de fiscales que viajan en carros de Yanacocha. Mujer batalla ejemplar.
 
Justicia en el Trabajo
Pasemos ahora de los casos a las poblaciones, los sistemas sociales y las estadísticas. A la mirada global.

De la cartera de conocimientos de los estudios económicos, sacamos esto. Las mujeres ganan en promedio 30 por ciento menos que los hombres. Si no son blanquitas, descuente otro 15 por ciento. Si no son “bellas”, descuénteles una décima parte.
 
El 30 por ciento de menos que en promedio ganan de menos las mujeres, viene en 2 tramos. El primer tramo es por el tipo de empleo: las mujeres enfrentan más barreras para alcanzar los puestos de trabajo de mayor “categoría”. El segundo tramo es porque, aun teniendo el mismo puesto de trabajo y las mismas capacidades que un hombre, las mujeres ganan 15% menos. Ninguna de las dos discriminaciones es justificable, contra ninguna de las dos ha hecho nada Ana Jara o alguna de sus antecesoras, ni tampoco el ministerio de trabajo.
 
Imagínese ahora a un hombre y una mujer que, en contra de todas estas estadísticas, trabajan toda su vida ganando exactamente lo mismo y les han descontado exactamente igual para su jubilación. Si ambos están afiliados a una AFP, cualquiera sea esta, la mujer obtendrá una pensión 10% menor que la que obtendrá un hombre, no importa que sus necesidades sean iguales o quizás mayores. ¿Cómo así? Argumentan que, como se espera que vivan más, deben recibir menos mensualmente, porque si no la cuenta financiera donde están sus aportes se desequilibra. Es que bajo la óptica neoliberal solo hay cuentas bancarias y no existen los derechos. Pero esa discriminación en Europa no se permite.
 
Por otro lado, el mismo sistema de AFPs tiene otro elemento en el que importa la diferencia en la salud y la esperanza de vida entre hombres y mujeres: el seguro de sobrevivencia e invalidez que pagamos todos los meses los afiliados a las AFPs. Ese seguro tiene la misma tasa para hombres y mujeres, a pesar que es bien sabido que el riesgo de las mujeres es bastante menor (en Chile, por eso, las mujeres pagan una tasa menor), por lo que si solo importa el equilibrio financiero debieran pagar menos.
 
O sea: en las AFPs la diferencia entre la salud de hombres y mujeres, cuando se puede interpretar a favor del hombre sí se considera, pero cuando juega a favor de la mujer, allí no se considera. Inequidad, que le dicen. Viva la reforma de Castilla.
 
En estos tiempos, no está demás anotar que el salario mínimo es igual para hombres que para mujeres y que el Sistema Nacional de Pensiones de la ONP paga igual a hombres y mujeres de similar condición. Como para recordar que los sistemas sociales públicos igualan a quienes logran entrar a ellos; igualan los géneros, igualan los orígenes étnicos, igualan un poco incluso las diferencias de clases. Como para recordar que la lucha por la equidad de género es parte de la lucha por la igualdad entre todos los seres humanos.
 
¿Dónde está el protocolo?
Ha pasado más de una década desde que la Corte Interamericana de Derechos Humanos revisó el caso de K.LL, una adolescente de 17 años que tuvo un embarazo anancefálico: el feto no tenía cerebro. Necesariamente moriría al nacer o pocas horas después, causando un obvio sufrimiento a la madre.
 
La Corte conoció el caso luego de que Karen Llontop pasó por todo eso, pero estableció que el Perú debe aprobar un protocolo para el aborto terapéutico. Nuestra Constitución establece ese derecho cuando la vida o la salud de la madre están en riesgo, pero como en tiempos coloniales, la ley se acata pero no se cumple. Cipriani, presente, sintiéndose a sus anchas en la linda catedral colonial de Lima, y desde allí defendiendo que en esto sigamos como en tiempos de la Santa Inquisición.
 
Desde el fallo de la Corte han pasado una docena de ministros, incluyendo varias ministras, y nada. Pasó Pilar Mazzetti, y nada. Ahora tenemos nuevamente una mujer como ministra de salud, y nada. Buscando pretextos y dándoles larga porque se mueren de miedo de Cipriani, y mientras tanto miles de mujeres peruanas siguen sacrificando sus vidas y su salud en el altar de los prejuicios seudorreligiosos.  
 
“Somos partidarios de los principios, no de los hombres”, dijo Emiliano Zapata. La frase vale doble hoy día cuando lo que debe estar primero son los derechos de las mujeres.

Lo fácil
Muchos temas se quedan en el tintero. La desigualdad, discriminación y exclusión de las mujeres se expresa en tantos otros espacios: las ofensivas frases callejeras, la inseguridad ciudadana de la que son víctimas preferidas, la política y los espacios de poder, etc.

Reivindicar los derechos de las mujeres no se sustenta en que las mujeres sean intrínsecamente mejores, como nos recuerdan todos los días Keiko Fujimori, Lourdes Alcorta y María Luisa Cuculiza. Es porque tienen la misma y no menor dignidad que nosotros los hombres.

Hacerlo no es solo cuestión de mujeres; como hemos visto, algunas de ellas les hacen flaco favor a la lucha por la igualdad de género. Esta lucha es de todos. Para quienes venimos de una  formación familiar sólidamente machista apenas horadada por los heroicos esfuerzos de una hermana feminista y de mis hijas batalladoras, no es fácil dar esa lucha en la vida diaria. Mucho más fácil será estar, hoy 7 de marzo, desde las 4 pm en el Parque de la Muralla, con la marcha por los derechos de las mujeres.


Publicado en Hildebrandt en sus trece, 7 de marzo de 2014

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