Escribe
Carlos Monge
Estuvo
en Lima Luis Miguel Galindo, Jefe de la Unidad de Cambio Climático de la
Comisión Económica para América Latina, participando de una actividad académica
con la PUCP y en diversas reuniones adicionales. De escucharlo, se desprende
que hay ciertas verdades básicas que –aunque parezca increíble- siguen siendo
negadas y requieren ser reafirmadas una y otra vez. Por supuesto, el resumen
que sigue es de mi cosecha, no imputable al Sr. Galindo ni a la CEPAL.
El
cambio climático es real, no es un invento. Desde la revolución industrial en
adelante -y sobre todo en las últimas décadas- se ha incrementado bárbaramente
la emisión de gases de efecto invernadero con el consiguiente aumento de la
temperatura. Hoy día, a los países “desarrollados” se suma países como China y
la India al grupo de los grandes emisores.
Los
impactos del cambio climático en todo el mundo son muy fuertes y son
crecientes. Entre otras cosas, afecta la productividad de los cultivos
agrícolas; hace retroceder los glaciales y altera en general los ciclos de agua;
aumenta los niveles del mar por deshielo de los polos y destruye los corales
que son fuente de vida en los océanos; genera eventos climáticos (sequías,
huracanes, incendios) cada vez más frecuentes, violentos e impredecibles;
amenaza con la desaparición de especies que no pueden adaptarse a cambios tan
acelerados; etc.
Los
pobres son los más afectados por el cambio climático, pues son los que tienen
menos recursos privados para mitigar el cambio climático y adaptarse a él, y
eventualmente hasta aprovecharlo. Y además tienen menos capacidad de influir en
las decisiones públicas que pudiesen tomar en su favor. Es que los impactos del
cambio climático están indisolublemente atados a las disparidades sociales
previamente existentes. Tiene carácter de clase, se diría.
La
acción frente al cambio climático es para hoy. No para mañana. Si no hacemos
nada hoy y permitimos que el aumento del clima en las próximas décadas supere
los 2 grados centígrados, los daños serán masivos y prácticamente
irreversibles. Permitir esto sería totalmente
injusto para las siguientes generaciones.
La
acción frente al cambio climático debe ciertamente incluir mitigación y
adaptación caso por caso, pero lo que realmente se necesita es un acuerdo
global entre los gobiernos para implementar políticas públicas que ataquen las
fuentes de emisión de los gases de efecto invernadero, como la deforestación y
la quema de energías fósiles.
Este
acuerdo global debe incluir a las empresas, pero sería un suicidio esperar que sean los
mecanismos del mercado las que resuelvan el problema. Se requiere acuerdos de
estado para volver a fijar metas y garantizar que estas se cumplan, aunque a
algunos talibanes neoliberales locales esto le suene a neo-comunismo.
Publicado
en el Diario La Primera, 17 de abril de 2013
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