Escribe Pedro Francke
A ver, vamos aclarando esto de una
vez. Los izquierdistas no somos anti-mineros ni anti-inversión. Nos oponemos,
si, a los que maltratan el medio ambiente, a los “empresarios” que son hijos y
padres de la corrupción, a quienes en vez de licencia social se compran a la
policía.
¿Solo las izquierdas se oponen a
inversiones abusivas? ¿Acaso no hemos visto a encopetados miembros de nuestro
empresariado nacional oponerse al puerto de Ancón porque les malogra su playa?
¿Es que la empresa Comunicore fue una inversión deseable para el país?
¿No fue el ultraliberal Peru21 quien sacó la denuncia? ¿Apoyamos la
impunidad de los inversionistas de la discoteca Utopía donde
murieron dieciséis jóvenes inocentes? ¿Entre los que demandan justicia contra
ellos no destaca un ex - ministro fujimorista? ¿Defendemos a la fábrica de
Luchetti que malograba los pantanos de Villa porque don Andrómedo Luksic
arregló con Vladimiro Montesinos? ¿No fue Alberto Andrade, él mismo empresario,
quien la cerró valientemente?
¿Es que el medio ambiente, la salud
pública, la seguridad y la corrupción importan en Lima pero no en Conga? ¿Son
éstas preocupaciones válidas si se trata de familias miraflorinas pero no si
son campesinos de Espinar?
Nadie quiere un estatismo
ruso-soviético
El muro de Berlín cayó. Pensar una
economía sin mercado e inversión privada, sin sistemas financieros y
accionistas, está fuera de lugar. Está claro que la iniciativa individual es
importante para el desarrollo, y que mucha gente quiere tener el control y
recibir los beneficios de su esfuerzo, capacidad e inventiva individual. Por
eso, una izquierda moderna tiene que facilitar, promover y apoyar la inversión
privada.
La cuestión es que necesitamos
inversiones a favor del desarrollo humano y resguardando el ambiente, y no en
contra de la calidad de vida. Por eso en Espinar buscamos el diálogo con el
gobierno y la empresa minera Xstrata, con el objetivo de que la nueva mina
Antapaccay opere pero evitando nuevos daños al ambiente y logrando aportes a
favor del progreso económico y social de la provincia.
Por eso en Lima se promueve el
proyecto Vía Parque Rímac que combina túneles y vías rápidas, con la
recuperación del espacio alrededor del río en un gran parque y espacio público.
Por eso en Lima la reforma del transporte promueve inversión privada en buses
grandes con el patrón Euro4 cuyas emisiones de gases son muchísimo menores,
ayudando así a reducir la contaminación del aire en nuestra ciudad.
Necesitamos diversificar nuestra
economía, entrar a nuevos negocios y nuevos mercados, aprovechar
sosteniblemente nuestra biodiversidad, sacar adelante la agricultura y el
turismo, desarrollar la industria, dotarnos de nuevas fuentes de energía
renovables. Una política económica alternativa desde las izquierdas debe abrir
el camino a estas nuevas actividades económicas; y ser, por ello, promotora de
la buena inversión. Para eso, el estado debe promover el acceso a mercados,
financiar la innovación y el desarrollo tecnológico, facilitar el
crédito, apoyar la capacitación de profesionales y técnicos, organizar las
cadenas productivas y mantener un tipo de cambio competitivo.
Necesitamos generar más empleo y
mejorar la productividad y las condiciones de trabajo en las pymes y entre los
pequeños agricultores y los pescadores artesanales. Eso requiere apoyar
más su inversión, privada, cooperativa y comunitaria, con tecnología,
organización empresarial y asociatividad. Algunos creen que inversión privada
solo es tal si hablamos de grandes inversionistas, y no es verdad: también es
inversión privada el campesino comprándose un torillo que mejore su hato
ganadero, gastando en semillas mejoradas o en sistemas de riego. También
es inversión privada la del restaurantito, el taller de reparaciones y la
microindustria. Para quienes pensamos que la lucha contra la pobreza y la
desigualdad, y la protección del ambiente son objetivos fundamentales, es esta
inversión la que debe apoyarse más.
Marcando el rumbo social
“Tenemos que darnos cuenta de que nos
estamos poniendo sobre pesos o sobre costos a la hora de competir
internacionalmente si hacemos caso a estas ONG supuestamente preocupadas por
los derechos laborales”, sostuvo el ministro José Luis Silva, dueño de
importantes empresas del sector farmacéutico.
Este es el chantaje de siempre: si defiendes
los derechos de los trabajadores, o el ambiente, o las comunidades, eres
anti-inversión. Las trasnacionales textiles que mandaron una carta a Ollanta
Humala quejándose de la explotación a la que las exportadoras peruanas someten
a sus trabajadores, son en verdad unas ONGs extranjeras y desestabilizadoras.
Absurdo.
Para completar la faena, el ministro
Silva manifestó que la gran mayoría de las empresas en el Perú tiene estándares
y certificaciones laborales internacionales. Se ve que no lee Hildebrandt
en sus Trece. Señor Director, regálele unos ejemplares pasados al ministro
Silva, por favor, para que se entere un poco de lo que pasa en el Perú.
Sí, desde la izquierda nos oponemos a
que el objetivo de atraer inversiones sirva de pretexto para tener trabajadores
mal pagados y sin derechos. Nos resistimos a aceptar que el progreso económico
de un país requiere ponernos de rodillas frente a los grandes capitales.
Se puede tener inversión y al mismo
tiempo tener derechos laborales, sindicatos fuertes y seguridad social que se
respete. ¿O que creen que pasa en Francia, Dinamarca o Alemania? Para no
ir tan lejos, miren Costa Rica, Brasil o Uruguay, ninguno de ellos país
neocomunista ni nada por el estilo.
A veces hay que decir No
Para algunos de la derecha, decir inversión
es como para algunos izquierdistas con anteojeras decir pueblo, indígenas o
trabajadores: categorías vinculadas solo a lo bueno, bello y digno. No es así,
ni de un lado ni del otro. Sí, hay pueblo fujimorista. Sí, hay dirigentes
indígenas que venden sus pueblos por un puñado de monedas. Sí, hay
inversionistas coimeros, explotadores y acosadores sexuales. De haber santos en
el mundo, no están agrupados por clase, etnia, grupo social o religión.
Si el que quiere sacar licencia de
conducir no tienes las condiciones de salud para manejar bien ¿qué hacemos? Si
quien quiere abrir un banco es un prontuariado por estafa ¿qué hacemos? Si se
quiere hacer un edificio donde solo se permiten casas de dos pisos ¿qué
hacemos? Hoy, con esta política neoliberal, el estado peruano dice No. ¿Eso nos
convierte en anti-banqueros, anti-construcción o anti-inversiones? Pues claro
que no.
Poner condiciones es parte de las
regulaciones que un estado debe establecer para una convivencia pacífica que le
dé un rumbo de progreso al país. Y cuando se ponen límites, para que estas
valgan y se tomen en serio, es necesario a veces decir no. De lo contrario, es
por gusto. Pero para cierta derecha, cualquiera que plantee condiciones y
reglas a las grandes empresas, es un anti-inversión o anti-minero. No es así.
Simplemente queremos un desarrollo humano y una buena vida para todos.
El dinero no es un fin en sí mismo,
como insistió hace años el Premio Nobel de Economía Amartya Sen. El objetivo es
la Calidad de Vida y el Buen vivir, y para eso, queremos buenas inversiones.
Publicado
el 19 de abril de 2013, en el Semanario Hildebrandt en sus trece
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