lunes, 22 de abril de 2013

INVERSIONES SIN CHANTAJE


Escribe Pedro Francke

 
A ver, vamos aclarando esto de una vez. Los izquierdistas no somos anti-mineros ni anti-inversión. Nos oponemos, si, a los que maltratan el medio ambiente, a los “empresarios” que son hijos y padres de la corrupción, a quienes en vez de licencia social se compran a la policía.

 
¿Solo las izquierdas se oponen a inversiones abusivas? ¿Acaso no hemos visto a encopetados miembros de nuestro empresariado nacional oponerse al puerto de Ancón porque les malogra su playa? ¿Es que la empresa Comunicore fue una inversión deseable para el país? ¿No fue el ultraliberal Peru21 quien sacó la denuncia? ¿Apoyamos la impunidad de los inversionistas de la discoteca  Utopía donde murieron dieciséis jóvenes inocentes? ¿Entre los que demandan justicia contra ellos no destaca un ex - ministro fujimorista? ¿Defendemos a la fábrica de Luchetti que malograba los pantanos de Villa porque don Andrómedo Luksic arregló con Vladimiro Montesinos? ¿No fue Alberto Andrade, él mismo empresario, quien la cerró valientemente?
 

¿Es que el medio ambiente, la salud pública, la seguridad y la corrupción importan en Lima pero no en Conga? ¿Son éstas preocupaciones válidas si se trata de familias miraflorinas pero no si son  campesinos de Espinar?


Nadie quiere un estatismo ruso-soviético

El muro de Berlín cayó. Pensar una economía sin mercado e inversión privada, sin sistemas financieros y accionistas, está fuera de lugar. Está claro que la iniciativa individual es importante para el desarrollo, y que mucha gente quiere tener el control y recibir los beneficios de su esfuerzo, capacidad e inventiva individual. Por eso, una izquierda moderna tiene que facilitar, promover y apoyar la inversión privada.

 
La cuestión es que necesitamos inversiones a favor del desarrollo humano y resguardando el ambiente, y no en contra de la calidad de vida. Por eso en Espinar buscamos el diálogo con el gobierno y la empresa minera Xstrata, con el objetivo de que la nueva mina Antapaccay opere pero evitando nuevos daños al ambiente y logrando aportes a favor del progreso económico y social de la provincia.


Por eso en Lima se promueve el proyecto Vía Parque Rímac que combina túneles y vías rápidas, con la recuperación del espacio alrededor del río en un gran parque y espacio público. Por eso en Lima la reforma del transporte promueve inversión privada en buses grandes con el patrón Euro4 cuyas emisiones de gases son muchísimo menores, ayudando así a reducir la contaminación del aire en nuestra ciudad.

 
Necesitamos diversificar nuestra economía, entrar a nuevos negocios y nuevos mercados, aprovechar sosteniblemente nuestra biodiversidad, sacar adelante la agricultura y el turismo, desarrollar la industria, dotarnos de nuevas fuentes de energía renovables. Una política económica alternativa desde las izquierdas debe abrir el camino a estas nuevas actividades económicas; y ser, por ello, promotora de la buena inversión. Para eso, el estado debe promover el acceso a mercados, financiar la innovación y el desarrollo tecnológico,  facilitar el crédito, apoyar la capacitación de profesionales y técnicos, organizar las cadenas productivas y mantener un tipo de cambio competitivo.

 
Necesitamos generar más empleo y mejorar la productividad y las condiciones de trabajo en las pymes y entre los pequeños agricultores y los pescadores artesanales. Eso requiere apoyar más  su inversión, privada, cooperativa y comunitaria, con tecnología, organización empresarial y asociatividad. Algunos creen que inversión privada solo es tal si hablamos de grandes inversionistas, y no es verdad: también es inversión privada el campesino comprándose un torillo que mejore su hato ganadero,  gastando en semillas mejoradas o en sistemas de riego. También es inversión privada la del restaurantito, el taller de reparaciones y la microindustria. Para quienes pensamos que la lucha contra la pobreza y la desigualdad, y la protección del ambiente son objetivos fundamentales, es esta inversión la que debe apoyarse más.

 
Marcando el rumbo social

“Tenemos que darnos cuenta de que nos estamos poniendo sobre pesos o sobre costos a la hora de competir internacionalmente si hacemos caso a estas ONG supuestamente preocupadas por los derechos laborales”, sostuvo el ministro José Luis Silva, dueño de importantes empresas del sector farmacéutico.

 
Este es el chantaje de siempre: si defiendes los derechos de los trabajadores, o el ambiente, o las comunidades, eres anti-inversión. Las trasnacionales textiles que mandaron una carta a Ollanta Humala quejándose de la explotación a la que las exportadoras peruanas someten a sus trabajadores, son en verdad unas ONGs extranjeras y desestabilizadoras. Absurdo.

 
Para completar la faena, el ministro Silva manifestó que la gran mayoría de las empresas en el Perú tiene estándares y certificaciones laborales internacionales.  Se ve que no lee Hildebrandt en sus Trece. Señor Director, regálele unos ejemplares pasados al ministro Silva, por favor, para que se entere un poco de lo que pasa en el Perú.

 
Sí, desde la izquierda nos oponemos a que el objetivo de atraer inversiones sirva de pretexto para tener trabajadores mal pagados y sin derechos. Nos resistimos a aceptar que el progreso económico de un país requiere ponernos de rodillas frente a los grandes capitales.

 
Se puede tener inversión y al mismo tiempo tener derechos laborales, sindicatos fuertes y seguridad social que se respete. ¿O que creen que pasa en Francia, Dinamarca o Alemania?  Para no ir tan lejos, miren Costa Rica, Brasil o Uruguay, ninguno de ellos país neocomunista ni nada por el estilo.

 
A veces hay que decir No

Para algunos de la derecha, decir inversión es como para algunos izquierdistas con anteojeras decir pueblo, indígenas o trabajadores: categorías vinculadas solo a lo bueno, bello y digno. No es así, ni de un lado ni del otro. Sí, hay pueblo fujimorista. Sí, hay dirigentes indígenas que venden sus pueblos por un puñado de monedas. Sí, hay inversionistas coimeros, explotadores y acosadores sexuales. De haber santos en el mundo, no están agrupados por clase, etnia, grupo social o religión.

 
Si el que quiere sacar licencia de conducir no tienes las condiciones de salud para manejar bien ¿qué hacemos? Si quien quiere abrir un banco es un prontuariado por estafa ¿qué hacemos? Si se quiere hacer un edificio donde solo se permiten casas de dos pisos ¿qué hacemos? Hoy, con esta política neoliberal, el estado peruano dice No. ¿Eso nos convierte en anti-banqueros, anti-construcción o anti-inversiones? Pues claro que no.

 
Poner condiciones es parte de las regulaciones que un estado debe establecer para una convivencia pacífica que le dé un rumbo de progreso al país. Y cuando se ponen límites, para que estas valgan y se tomen en serio, es necesario a veces decir no. De lo contrario, es por gusto. Pero para cierta derecha, cualquiera que plantee condiciones y reglas a las grandes empresas, es un anti-inversión o anti-minero. No es así. Simplemente queremos un desarrollo humano y una buena vida para todos.

 
El dinero no es un fin en sí mismo, como insistió hace años el Premio Nobel de Economía Amartya Sen. El objetivo es la Calidad de Vida y el Buen vivir, y para eso, queremos buenas inversiones.


Publicado el 19 de abril de 2013, en el Semanario Hildebrandt en sus trece

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