viernes, 20 de septiembre de 2013

Oro negro contamina la amazonía

 


No solo la minería ilegal y la deforestación están destruyendo nuestra amazonía.


Escribe Magali Zevallos

La mayor productora de gas y petróleo en nuestro país es la empresa Argentina Pluspetrol, que se encuentra asentada desde hace trece años en territorio de cuatro pueblos indígenas: Achuar, Quechua, Cocama y Urarinas (lote 1AB y 8), en la región Loreto.  La ubicación de los lotes sobre el territorio de estos cuatro pueblos no se ha visto reflejado con ningún beneficio para las poblaciones indígenas, la explotación petrolera ha significado para ellos la destrucción de sus bosques, la contaminación de sus suelos y ríos; la desaparición de sus quebradas y lagunas (cochas), y por ende la depredación de sus únicas fuentes de alimentación.

Es decir, la seguridad alimentaria y la salud de estas poblaciones se encuentran amenazadas.

Para palpar esta realidad fuimos hasta Andoas. El viaje es un desafío, comprende aire, carretera y surcar durante 19 horas los ríos Huallaga, Marañón y Pastaza.  El vuelo de Lima hacia Tarapoto dura una hora; para hacer la conexión a Yurimaguas se requiere de un auto, 125 Km. de carretera, aproximadamente 3 horas de viaje.

Al llegar a la comunidad achuar Nueva Andoas, población que convive desde hace cuatro décadas con la explotación de petróleo,  - primero  con la administración de  Occidental Petroleum y posteriormente a cargo de Pluspetrol - donde se encuentra el Lote 1AB,  que produce más de 15,000 barriles de petróleo por día, no cuenta con un puerto fluvial, hay un aeropuerto de la empresa de uso exclusivo de la petrolera.  Los servicios básicos como agua, desagüe no existen, salvo algunas piletas de agua que han sido colocadas por la empresa.  La cobertura de salud y educación es otro drama.

Pese a los millonarios ingresos generados por la explotación de este recurso, las comunidades de influencia directa e indirecta están abandonadas.  En estas zonas tampoco llegan los programas sociales, la bandera de la inclusión social le sigue dando la espalda a estas poblaciones, que durante décadas vienen sufriendo los embates del impacto acumulativo de la extracción petrolera.


Derrame de hidrocarburo
Del 2007 al 2011, los programas de vigilancia territorial indígena han reportado 112 derrames de hidrocarburos, así lo afirma el informe “Impactos Petroleros en Territorios Indígenas: Experiencias del Programa de Vigilancia Territorial del río Corrientes y los registros de derrames de los Programas de Vigilancia Territorial Indígena”, elaborado por las federaciones indígenas, como: FECONACO, FEDIQUEP y FECONAT.

De los 82 Derrames acontecidos en el lote 1AB, 71 han sido reportados en la Cuenca
del Río Corrientes, 10 en la Cuenca del Pastaza y 1 en la Cuenca del Río Tigre.

Más de la mitad de los derrames identificados han tenido su origen en fallas del ducto de transporte de hidrocarburos, además de los desbordes de los tanques sumideros y de pozas. Las  tuberías que trasladan el petróleo están deterioradas porque fueron instaladas en los años 70.

Emergencia Ambiental
De las cuatro cuencas afectadas por el impacto de las actividades de hidrocarburos: Pastaza, Corrientes, Marañón y Tigre, las dos primeras han sido declaradas en emergencia ambiental.

El presidente de la Federación Indígena Quechua del Pastaza (Fediquep), Aurelio Chino Dahua, denunció la inacción del Estado peruano ante la declaratoria de emergencia ambiental en Pastaza, vigente desde hace seis meses (marzo), por lo que demandó la presencia del presidente Ollanta Humala y el jefe de gabinete Juan Jiménez, para que se tomen medidas concretas para dar solución a esta problemática.

“En la cocha Ushpayacu hubo muchos derrames, lo que ha hecho Pluspetrol es llenar con tierra, ahora en esa laguna ya no hay peces.  Se puede destruir una laguna con total impunidad”, se pregunta el apu.

Estas afirmaciones las pudimos constatar haciendo un recorrido de los puntos críticos de contaminación, la quebrada Ushpayacu hoy es un depósito de crudo, el olor es fuerte y se puede observar cómo salen burbujas de color negro. La segunda parada es en la laguna Shanshococha que hace cuatro décadas era la fuente de alimentación de las comunidades, acá se puede ver como flota el petróleo en algunos ojos de agua.

Los bosques y los suelos también han sido impactados.  Se  han deforestado bosques para uso de botaderos, que son pozas excavadas que no cuentan con procedimientos mínimos para el manejo de residuos sólidos, como el recubrimiento de geomembrana.

Guardianes ambientales
Frente a la ausencia de organismos supervisores y de fiscalización, como el Organismo Supervisor de la Inversión en Energía y Minería y el Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental, el  trabajo que vienen realizando desde el 2007 los monitores ambientales, que se encuentran agrupados en las Federaciones indígenas, ha sido de vital importancia para visibilizar el desastre ambiental en esta zona.

El informe elaborado por el Grupo de Trabajo sobre la Situación Indígena de las Cuencas de los ríos Tigre, Pastaza, Corrientes y Marañón,  de la Comisión de Pueblos Andinos, Amazónicos y Afroperuanos, Ambiente y Ecología del Congreso de la República, afirma que a la fecha el Estado Peruano no cuenta con un registro que permita identificar los pasivos ambientales derivados de las actividades de hidrocarburos.

“En la selva peruana hay problemas por el abandono de infraestructura petrolera, suelos contaminados por efluentes, derrames, fugas,  emisiones,  depósitos de residuos petroleros en quebradas, ríos, cochas, otros, que aún no se encuentran considerados en instrumentos de gestión ambiental”, sostiene el documento.

Inicio de diálogo
Con la declaratoria de emergencia ambiental en Pastaza se ha iniciado el diálogo entre las comunidades indígenas, Pluspetrol y el Estado.

En la última Asamblea promovida por la Fediquep, Alfredo Zúñiga, gerente de Relaciones Comunitarias de la Pluspetrol reconoció que existe una grave contaminación en la zona.

Está en manos del Estado y las autoridades determinar las responsabilidades de la contaminación y los pasivos ambientales.  Y que los espacios de diálogo permitan revertir la ruptura que hay entre el Estado y las poblaciones indígenas, quienes en nombre del desarrollo viven contaminados desde hace 40 años.

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