Escribe Pedro Francke
La
inclusión es un problema prioritario a afrontar en este nuevo año, pero no se resolverá solo ni fundamentalmente
con programas asistenciales. Las familias pobres sustentan su economía en base
a su propia producción, sobre todo en las zonas rurales donde la pobreza es
mayor y más extendida. Aumentar la productividad de los campesinos y pequeños
productores agropecuarios tiene por eso que ser uno de nuestros objetivos
principales.
Un primer piso de políticas, fáciles de
aplicar y que puede lograr retornos económicos y sociales importantes, se
refiere a la difusión de tecnologías básicas conocidas. A nivel internacional,
Jeffrey Sachs – desde cuando fue asesor de las Naciones Unidas - ha insistido en
este enfoque.
Para los países andinos, hay tecnologías que son
aplicables sin mayor cambio en amplias zonas de la sierra y-o selva, pero que en
muchos casos no se han generalizado por desconocimiento de las familias
campesinas e indígenas, porque su propia pobreza les impide afrontar los costos
para apropiarse de ellas y porque no ha habido instituciones públicas
suficientemente fuertes que las promuevan.
Para
un sector bajo economías de susbsistencia, para el objetivo de elevar la productividad y por tanto las posibilidades de autoconsumo
y los ingresos por ventas en el mercado de las familias campesinas, están los
paquetes tecnológicos basados en implementar el riesgo tecnificado por
aspersión de
bajo costo. Hay otras alternativas para
productores más vinculado al mercado, como concursos de
mini-proyectos en
los que las propias familias campesinas asociadas
presentan sus iniciativas de mejoramiento productivo y económico, y parte del
costo del cambio técnico, incluyendo sobre todo los costos
de capacitación y capital, es asumido por el estado. La vinculación con
mercados y la asociatividad de los productores, es una posibilidad adicional en
este sentido,
que ha avanzado sobretodo en productos orgánicos y de “comercio justo”. Finalmente, desde el estado debe invertirse en investigaciones y
desarrollo tecnológico para nuestro agro.
Por
otro lado, la inversión social también tiene un sentido productivo. Para que
las familias campesinas incorporen nuevas tecnologías más productivas requieren
educación para mejorar su capital humano. También necesitan sistemas de
protección social en salud y desastres, que eviten que ante estos shocks tengan
que rematar sus escasas inversiones y acumulación de capacidades productivas, y
que así sus esfuerzos se pierdan.
Aumentar
la productividad de campesinos y agricultores no sólo es necesaria para
sustentar la inclusión. Permitiría también ir abriendo camino a un crecimiento
que no se base solo en la extracción de minerales y petróleo, logrando
simultáneamente un
Mayor
sostenibilidad en base a recursos naturales renovables, diversificación y mejor
distribución de los ingresos. Ojalá estas políticas tengan prioridad el 2013.
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