Escribe Pedro Francke
La foto: Ollanta con Alan García, Toledo, el fujimorista Aguinaga, Castañeda y PPK. Falta la izquierda. El Congreso: Mulder ataca a Nadine mientras sonríe por las desgracias de Toledo y espera que el escándalo de los narcoindultos de su jefe Alan sea olvidado. Falta la izquierda. Medios: El indulto si o el indulto no, pero los aplausos a la política económica son unánimes aunque esta no tenga nada que ver con el plan de gobierno que sustentara nuestro actual presidente, realismo de gobierno que le dicen. Falta la izquierda.
La foto: Ollanta con Alan García, Toledo, el fujimorista Aguinaga, Castañeda y PPK. Falta la izquierda. El Congreso: Mulder ataca a Nadine mientras sonríe por las desgracias de Toledo y espera que el escándalo de los narcoindultos de su jefe Alan sea olvidado. Falta la izquierda. Medios: El indulto si o el indulto no, pero los aplausos a la política económica son unánimes aunque esta no tenga nada que ver con el plan de gobierno que sustentara nuestro actual presidente, realismo de gobierno que le dicen. Falta la izquierda.
Problema de un sistema político
podrido, de un presidente que traicionó sus ideas y sus bases, de un poder
económico concentrado que influencia reportajes y carátulas. Problema de una
izquierda que todavía anda medio desorientada y a la que la partida de Javier
DC le deja un vacío difícil de llenar pero también una nueva oportunidad porque
no nos apellidamos Buendía ni somos una estirpe condenada a cien años de
soledad y luego borrada de la faz de la tierra y la memoria de los
hombres.
Rearmar
todo el tablero
No solo falta la izquierda, faltan
partidos de todo signo. Eso no es problema para quienes quieren darle
continuidad al neoliberalismo y seguir postergando derechos; para quienes no
les importa la democracia; para quienes las ganancias privadas concentradas en
pocas manos son más importantes que el bienestar de millones. A ellos les basta
engañar al pueblo cada 5 años y seguir distrayéndolo con carátulas biliosas,
reportajes oportunistas, vírgenes que lloran, un futbol en desgracia y el
deporte del reality televisivo. Les basta mantenerse en el gobierno, ya sea
porque ganan las elecciones con harta propaganda o porque capturan al
presidente electo.
Una alternativa de cambios tiene que
sacar su fuerza de la gente y restablecer la democracia, volverle a darle ese
sentido profundo del gobierno de, por y para la gente. No puede haber gobierno
de izquierda solo flotando en las ondas radiomagnéticas hoy controladas por
pocos y controladoras de muchos.
Pero construir una gran organización
de izquierda se enfrenta al sentido común de los peruanos: la política es un
negocio; págame para que haga campaña a tu favor; devuélveme mi tiempo dándome
un empleo y si puse algunos fondos exijo algunos contratitos o contratotes; a
cuanto el puesto de la lista pero claro que más arriba es más caro; y si no
tienes caja no haces campaña así que anda preparándote para tu reelección
juntando fondos propios desde que llegas al gobierno. Que importan las ideas,
los programas, los partidos; abajo los políticos tradicionales viva yo que soy
nuevo y sé ocultar mi hambre de ganancias fáciles; si engaño a un incauto mejor
porque me sale más barato; ya cuando llego me olvido de todo lo que dije total
así es la vida porque todo en la vida es sueño y los sueños sueños son.
Reconstruir la izquierda no es solo
llenar un vacío, completar el ajedrez político con el ejército de las piezas
negras, porque ese juego desapareció en el Perú. No sólo hay que armarlo de
nuevo para que haya equipos y no solo reina y peones, se necesita un juego
nuevo donde haya pensamiento y no solo publicidad, donde haya democracia y no
solo acomodos, donde habite lo público y no solo se disfrace el interés
privado.
Nuevas
agendas, nueva izquierda
Un par de semanas atrás, en un
encuentro con simpatizantes de Tierra y Libertad en La Merced, un señor algo
mayor que evidentemente había sido militante de la izquierda, decía que ya no
podíamos ser de izquierda porque la idea del predominio absoluto del estado y
la igualdad habían demostrado no funcionar con la experiencia de la Unión
Soviética. Le respondí que a estas alturas de la historia, proponer un modelo
norcoreano era absurdo; como respondí a un entrevistador en Huancayo que no
solo no nos considerábamos marxistas sino que ni siquiera habíamos discutido
esa idea colectivamente – el marxismo ya no es un referente ideológico único
para nadie. Esa vieja izquierda ya murió, pero las ideas de la justicia social,
la democracia radical y el rechazo a toda opresión, bases ideológicas de las
izquierdas, siguen siendo válidas, tal vez hoy más que nunca.
Inventan que somos verdes para ocultar
que somos rojos. Una tontería. No somos ecologistas porque somos
socialistas, pero ser verde hoy demanda recuperar el sentido de lo público por
sobre lo privado. No hay fracaso más grande del “libre mercado” que el habernos
llevado a una situación en la que el planeta y la humanidad entera corre riesgo
por el calentamiento global que el capital descontrolado ha provocado. Y si,
pues, responder a esa crisis ambiental mundial requiere que el mercado sea
sometido al bien público, con políticas que solo pueden ser decididas en
democracia y con la gente. Si los ultraliberales pudieran freírse solos bajo
los rayos ultravioletas de una atmósfera sin ozono y sancocharse en un planeta
recalentado, podríamos dejarlos ser víctimas de su propia ideología, pero no es
así. En este gran barco llamado Tierra estamos todos juntos.
Las nuevas agendas se juntan, sin
embargo, con las viejas. Porque la crisis financiera del 2008, cuyas
consecuencias aún hoy detienen el crecimiento mundial, trajo de regreso la
necesidad de un estado regulador de las finanzas, controlador de la
especulación financiera que concentra ganancias y socializa pérdidas y
keynesiano en la dirección de la macroeconomía. La crisis trajo de regreso
también la crítica radical a una desigualdad creciente en el mundo, critica
ética y de la razón. ¿Cómo justificar que el hijo de un jeque árabe se gaste 20
millones de dólares en 3 días en Eurodisney festejando su bachillerato? ¿Cómo
sostener que los banqueros que generan pérdidas por trillones siguen con
sueldos millonarios, tras ser rescatados con la plata de todos por los mismos
gobiernos que reducen sueldos a los maestros y recortan derechos laborales a
obreros mileuristas?
La nueva agenda ambiental es también
una agenda de justicia social y democracia. ¿Cómo nos darse cuenta que los
mismos que ganan millones desde una oficina en Zurich son los que contaminan
las aguas afectando no solo el ambiente sino también los exiguos ingresos de
campesinos en Cajamarca o Espinar? ¿Cómo no observar que no solo toman
decisiones globales que afectan a millones ajenos a cualquier escrutinio
público desde sus escritorios mirando los alpes nevados, sino que reciben
informes de inteligencia basados en escuchas ilegales y luego firman contratos
pagando a la policía peruana que detendrá manifestantes y los llevará presos a
una comisaría dentro de la propiedad privada de la trasnacional?
País
partido, partidos partidos
Hablamos, sin embargo, de reconstruir
democracia y partidos en un país partido. En Espinar, el pueblo se ve afectado
porque la contaminación de sus ríos por Xstrata – Tintaya mata a sus llamas y
alpacas, pero luego de protestas que dejaron 4 muertos todavía no consiguen
soluciones. En San Isidro, 8 vecinos protestan con un cartel porque el exitoso
reordenamiento de la Javier Prado hecho por el municipio metropolitano hace
pasar más carros frente a sus casas y en pocos días el Concejo distrital de San
Isidro cambia de sentido las calles, agravando el tráfico en la avenida
principal.
La exclusión y las discriminaciones se
tocan y sienten todos los días en Espinar, donde el pueblo K´ana es luchador y
unido. El mismo principio de derechos e igualdad que anima a los espinarenses,
respira en las demandas de las mujeres por espacios de participación política
hoy expresados en la ley de alternancia, en la lucha de los trabajadores por un
sindicato que los defienda y en la exigencia del matrimonio igualitario de
homosexuales y transexuales. Los derechos y la igualdad son banderas que nos
unifican a las izquierdas, pero ¡carajo que distinto se sienten! ¡qué diversas
las formas de expresarse, de organizarse, de pensar!
La inversión privada, tan presente en
cada esquina de Lima, con sus marcas importadas y gerentes de alto sueldo, no
existe en Celendín donde a lo más hay algunas pymes con hotelitos, pequeños
comercios y unas radios ferozmente pro-mineras; allá la única inversión grande
es la que quiere robarles las lagunas y contaminar sus aguas a los shilicos.
Las rondas campesinas, tan fuertes en Cajamarca, presentes en la vida cotidiana
como las únicas instituciones de justicia realmente existentes, contrastan con
la debilidad de la organización social en Lima. ¿Cómo armar un discurso
unificador con tantas diferencias? Tremendo reto. No es de extrañar que, aunque
podamos tener una argamasa ideológica que nos une, las diferencias en la acción
práctica, en la propuesta concreta, en la vida organizativa, son enormes y
difíciles de reconciliar entre las izquierdas.
Dentro
y fuera del Estado
Si Lima, Celendín y Espinar parecen
habitar en planetas diferentes, las distancias no son menores entre quienes
detentan cargos en el estado y quienes empujan los cambios desde la sociedad
civil y las organizaciones sociales. Habiendo estado en ambos lados, sé lo que
digo. Ambas experiencias tienden a pensarse únicas, dominantes, exclusivas,
detentoras de todas las posibilidades de cambios.
Desde el estado, la urgencia de hacer
cosas prácticas es absorbente mientras se enfrentan límites reales e
imaginarios. La tentación del realismo castrador es grande; aunque los cambios
que se logran sean mínimos, son reales, pero su importancia se exagera. Las
visiones globales se dejan de lado y se concilia más de lo que se debe. Nunca
faltan los que terminan atrapados por la ambición de un pequeño poder. Al mismo
tiempo, la experiencia en la gestión pública le ha dado a los cuadros de
izquierda una capacidad y una imagen práctica que la gente valora.
Desde los movimientos sociales, las
banderas llamean en alto, la firmeza en la lucha es un valor, la radicalidad en
las propuestas en siempre una tentación porque la vieja consigna de mayo 68
(“seamos realistas exijamos lo imposible”) da fuerza y convocatoria. Las
reacciones defensivas desde el estado siempre son mal vistas y las soluciones
de compromiso, muchas veces necesarias, son resistidas y criticadas.
Entre el realismo y la utopía, entre
agendas estatales y reclamos sociales, entre instituciones rígidas de paredes
cerradas y marchas ciudadanas sin fronteras en calles abiertas, entre
organizaciones verticales y esfuerzos por conquistar adhesiones, las dinámicas
relacionales son difíciles de reconciliar. Pero hacerlo resulta indispensable
para hacer gestión pública sin renunciar a la lucha política, a la organización
social y a la democracia participativa; en suma, para no ser administradores
del estado sino transformadores de la sociedad.
Vamos
a andar
¿Por qué siguen habiendo muchas
izquierdas? Porque tienen distintos registros vitales, distintas historias,
distintos pasados y distintos presentes, que ante el escaso desarrollo de un
pensamiento unificador e integrador, están todavía cada una mirando la realidad
desde su ángulo y haciendo política desde su posición su parcial mirada de
futuro.
Ni solo Lima ni solo provincias, ni
solo ecologistas ni solo igualitaristas, ni solo funcionarios públicos y
alcaldes ni solo líderes sociales. Una gran articulación es necesaria, con
todas las alas agitando el vuelo. Vamos a andar, con verso y vino tinto,
para que por lo mismo, reviva la amistad; vamos a andar, con todas las
banderas, trenzadas de manera, que no haya soledad.
Publicado
en Hildebrandt en sus trece, 7 de junio de 2013
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