Alan García indulta 3 mil narcotraficantes y
otros 2 mil delincuentes. Dice que
revisó uno a uno los expedientes antes de firmarlos y que si no nos gusta que
no votemos por él. Se suman testimonios acerca de pagos por recibir estos
indultos. Mientras tanto, los responsables del escándalo de los petroaudios, tremendo
faenón en el gobierno de Alan, van saliendo de la cárcel sin condena.
Alberto Fujimori quiere salir libre. Inventan
por eso que tiene cáncer y que está grave: es mentira. Lo que sí es cierto es
que está condenado no solo por asesinato sino también por corrupción: le
entregó una maleta con 15 millones de dólares del Tesoro Público a Vladimiro
Montesinos y luego quiso arreglar el asunto entregando otra maleta, distinta,
con otros 15 millones de dólares que nadie sabe de donde salieron.
Mientras Alejandro Toledo parece no poder dar
explicaciones razonables de cómo compró su suegra una casa millonaria, Luis
Castañeda anda viendo cómo salir del juicio de Comunicore y Alex Kouri se
prepara para la siguiente campaña gracias a que el robo de la llamada “Vía
Expresa del Callao” se pierde en el olvido.
Los fiscalizadores no están mejor. En el
Congreso todo es arreglo político. El primer presidente de la Comisión de
Fiscalización, Martín Belaunde de Solidaridad Nacional, no hizo nada mientras
amenazaba a algunos para encubrir a Castañeda. Pero si eres de la oposición y
has denunciado a los corruptos sin miramientos, como Javier Diez Canseco, te
inventan cargos para que al final la venganza de Nadine se una a la rabia de
apristas y fujimoristas. Mientras tanto, el Contralor General de la República
nombrado por el Apra anda escondido porque se subió su propio sueldo por encima
de lo que la ley permite.
Náuseas.
Experiencias
La primera fue indirecta. Trabajaba en 1999
en el MEF preparando y supervisando proyectos sociales, y un proyecto educativo
financiado por el Banco Mundial tenía un problema: el ministro del ramo, nada
menos, estaba empeñado en arreglar las bases de una licitación de materiales
educativos para que solo pudiera haber un postor. 12 millones en juego. El Banco Mundial no le
daba pase, él seguía emperrado en conseguir el negocio y los estudiantes, sin
materiales. Una desgracia.
Mi primer contacto directo con la corrupción
fue poco después que Toledo ganó las elecciones del 2001. Yo había colaborado
en el último tramo con el equipo de plan de gobierno y me encargaron la
transferencia de gobierno del ministerio de la mujer, cuando un día sentado
frente a mi computadora en mi oficinita de la Universidad Católica, recibo una
visita. Yo inocente, sin conocer al fulano, accedí. Quería que intercediera
para eliminar a su competencia en una licitación por 6 millones de soles de
compras para desayunos escolares. Su argumento: algunos enredados argumentos
jurídicos y unas bolsitas de leche en polvo con impresos de campaña, que él
decía había regalado para la campaña electoral. Ni era parte del gobierno y ya
empezaban. Claro que no moví un dedo
para ayudarlo.
Meses después, como Director Ejecutivo de
Foncodes, un día se acerca a mi oficina el Gerente General y me dice que hay
sospechas de un caso de corrupción en la compra de papel. El caso era
extrañísimo: Xerox había llamado diciendo que ese papel solo lo importaban
ellos al Perú y que era imposible que alguien hubiera ganado la licitación
ofreciendo menos precio que ellos. Parecía el mundo al revés: ¿Cómo puede haber
trafa pidiendo un precio demasiado bajo en vez de demasiado alto?. Un par de
semanas después, una investigación interna reveló lo que estaba pasando: el
arreglo pasaba por el almacén. Cuando los traferos que ganaban el concurso a un precio menor mandaban el material, entregaban
menos de lo establecido, pero el almacenero daba la conformidad por la cantidad
completa y luego lo iba arreglando manipulando los kardex de control logístico.
Cortamos el contrato a los rateros, que tuvieron el desparpajo de denunciarnos
en el Poder Judicial y unas semanas después
que dejé el cargo engañaron a un periodista de Correo para hacer pasar
como que había habido corrupción desde la dirección, ¡cuando nosotros éramos
los que los habíamos denunciado y despedido!
No ha sido mi único problema con la justicia
al revés. Cuando pocos años después escribí un artículo diciendo que la “Via
Expresa del Callao”, es decir el peaje que puso Kouri en la av. Faucett, era un
robo, el sinvergüenza me enjuició por difamación pidiendo que le pagara una
indemnización de 150 mil soles. Felizmente, al final tuvo que desistirse del
juicio porque era obvio que no iba a ganar.
Náuseas.
Teorías
Las historias pueden seguir y seguir. Pero
solo una buena teoría puede darle sentido a la persistencia y fuerza de la
corrupción. Empecemos por las más absurdas: hay economistas pro-libre mercado
que sostienen que, ante las enormes barreras burocráticas que pone el estado
dificultando los negocios, la corrupción logra salidas a esas trabas,
permitiendo que los negocios se desarrollen y ganándose en eficiencia. Por otro
lado, si consideramos, como una mirada neoliberal simplista diría, que la gente
siempre busca su propio interés y eso está bien porque ya la mano invisible del
mercado lo arreglará todo, no puede llamarnos la atención que quienes pueden
cobrar por arreglar algunos trámites lo hagan.
Nada de eso explica porqué hay estados muy
corruptos y otros muy poco. La primera teoría fuerte es la de la historia:
estamos llenos de corrupción porque así hemos estado siempre. Porque el estado
colonial era un estado orientado precisamente a que se enriquecieran otros y no
a defender el bien público, y porque desde entonces la forma como los españoles
organizaron el estado fue entregando territorios y cargos públicos por dinero y
como negocio particular. Hoy, esa misma idea sigue presente, la de que acceder
a un cargo es un negocio, al que se va a enriquecerse y no a servir, y para
llegar al cual hay que hacer una inversión.
Otra teoría es de economía política. Nuestra
economía se concentra en la extracción de minerales y recursos naturales, y esa
actividad tiene una diferencia importante con la industria. Una industria se
puede poner en cualquier parte, y por lo tanto su dependencia del poder
político es menor: si no la apoyan, se va a otro lado. La minería no puede irse
a otro lado porque debe estar donde está el yacimiento, y por eso necesita del
estado para tener el control territorial. Ese apoyo político puede darse a
cambio de que los políticos reciban un pago. Abajo, como ha mostrado esta revista,
muchas empresas mineras tienen convenios con la policía a quienes pagan
adicionales e incluso premian a los comandantes y jefes de comisarías – claro,
solo si se ponen de su lado. Arriba, el impuesto a las sobreganancias mineras
se ha encajonado una y otra vez, con
Alan y con Ollanta, tras negociaciones en la cúpula a puertas cerradas. Ahora,
pretenden prorrogar las concesiones petroleras que están por vencerse, por diez
años más, a dedo, beneficiando exclusivamente a las trasnacionales. Millones en
juego.
Finalmente, otra explicación es la
institucionalidad política. Para ganar elecciones en el Perú no hace falta
partido ni elecciones internas, solo candidato y plata para la campaña. Mucha
plata. Y los que tienen mucha plata, están dispuesta a poner algunos millones
para asegurarse más ganancias en el futuro. Pocas veces se ve el rastro de los
billetes, pero en las elecciones pasadas Yanacocha financió mediante una
fachada llamada Reflexión Democrática las campañas electorales de una docena de
congresistas, gente como la fujimorista Cecilia Chacón que luego obviamente los
defiende a capa y espada. Alianza para el Progreso funciona con el dinero del
negocio de las universidades de César Acuña y evidentemente hace todo para que
este negocio siga prosperando, aunque la calidad de nuestros profesionales vaya
para abajo y la universidad pública también.
Náuseas.
Izquierdas corruptas y valientes
Pienso así: “izquierda” y “corrupción” son
dos palabras incompatibles. Ser de izquierda es luchar por una distribución más
amplia y justa de la riqueza y el poder.
Ser corrupto es concentrar la riqueza de manera injusta. Quienes se han
presentado como izquierdistas pero son corruptos, no son de izquierda, son
infiltrados o traidores. Hay que expulsarlos y meterlos a la cárcel, sin
importar que carné de partido tengan. Simple.
¿Cuántas veces hemos visto en los últimos
años un partido que denuncie que gente de sus filas es corrupta y los expulse?
Hemos visto varias veces como ante denuncias comprobadas en la prensa, por
limpiarse, luego de hacerse los locos un tiempo, de alguna suspensión temporal
o licencia parcial, un partido expulsa a alguien como Rómulo León (pero
Lucianita sigue feliz). Solo una vez hemos visto una agrupación política que
desenmascara a gente de su propio grupo, los expulsa de su partido y pide que
se les quite su cargo público: la Confluencia de las izquierdas en Lima con los
regidores Luis Valer y Tito Quilla.
Una pequeña pastilla de esperanza frente a la
náusea.
Pero no es suficiente. Hay que atacar las
causas estructurales de la corrupción. La visión patrimonialista del estado, el
individualismo egoísta extremo de los neoliberales, la economía rentista, el
sistema político caudillista y las elecciones que resultan ser una feria de
publicistas y caricatura de democracia.
Publicado
en Hildebrandt en sus trece, 14 de junio de 2013
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