lunes, 17 de junio de 2013

Náusea. Escribe Pedro Francke



 

Alan García indulta 3 mil narcotraficantes y otros  2 mil delincuentes. Dice que revisó uno a uno los expedientes antes de firmarlos y que si no nos gusta que no votemos por él. Se suman testimonios acerca de pagos por recibir estos indultos. Mientras tanto, los responsables del escándalo de los petroaudios, tremendo faenón en el gobierno de Alan, van saliendo de la cárcel sin condena.

 

Alberto Fujimori quiere salir libre. Inventan por eso que tiene cáncer y que está grave: es mentira. Lo que sí es cierto es que está condenado no solo por asesinato sino también por corrupción: le entregó una maleta con 15 millones de dólares del Tesoro Público a Vladimiro Montesinos y luego quiso arreglar el asunto entregando otra maleta, distinta, con otros 15 millones de dólares que nadie sabe de donde salieron.

 

Mientras Alejandro Toledo parece no poder dar explicaciones razonables de cómo compró su suegra una casa millonaria, Luis Castañeda anda viendo cómo salir del juicio de Comunicore y Alex Kouri se prepara para la siguiente campaña gracias a que el robo de la llamada “Vía Expresa del Callao” se pierde en el olvido.

 

Los fiscalizadores no están mejor. En el Congreso todo es arreglo político. El primer presidente de la Comisión de Fiscalización, Martín Belaunde de Solidaridad Nacional, no hizo nada mientras amenazaba a algunos para encubrir a Castañeda. Pero si eres de la oposición y has denunciado a los corruptos sin miramientos, como Javier Diez Canseco, te inventan cargos para que al final la venganza de Nadine se una a la rabia de apristas y fujimoristas. Mientras tanto, el Contralor General de la República nombrado por el Apra anda escondido porque se subió su propio sueldo por encima de lo que la ley permite.

Náuseas.

 

Experiencias

La primera fue indirecta. Trabajaba en 1999 en el MEF preparando y supervisando proyectos sociales, y un proyecto educativo financiado por el Banco Mundial tenía un problema: el ministro del ramo, nada menos, estaba empeñado en arreglar las bases de una licitación de materiales educativos para que solo pudiera haber un postor.  12 millones en juego. El Banco Mundial no le daba pase, él seguía emperrado en conseguir el negocio y los estudiantes, sin materiales. Una desgracia.

 

Mi primer contacto directo con la corrupción fue poco después que Toledo ganó las elecciones del 2001. Yo había colaborado en el último tramo con el equipo de plan de gobierno y me encargaron la transferencia de gobierno del ministerio de la mujer, cuando un día sentado frente a mi computadora en mi oficinita de la Universidad Católica, recibo una visita. Yo inocente, sin conocer al fulano, accedí. Quería que intercediera para eliminar a su competencia en una licitación por 6 millones de soles de compras para desayunos escolares. Su argumento: algunos enredados argumentos jurídicos y unas bolsitas de leche en polvo con impresos de campaña, que él decía había regalado para la campaña electoral. Ni era parte del gobierno y ya empezaban.  Claro que no moví un dedo para ayudarlo.

 

Meses después, como Director Ejecutivo de Foncodes, un día se acerca a mi oficina el Gerente General y me dice que hay sospechas de un caso de corrupción en la compra de papel. El caso era extrañísimo: Xerox había llamado diciendo que ese papel solo lo importaban ellos al Perú y que era imposible que alguien hubiera ganado la licitación ofreciendo menos precio que ellos. Parecía el mundo al revés: ¿Cómo puede haber trafa pidiendo un precio demasiado bajo en vez de demasiado alto?. Un par de semanas después, una investigación interna reveló lo que estaba pasando: el arreglo pasaba por el almacén. Cuando los traferos que ganaban el concurso  a un precio menor mandaban el material, entregaban menos de lo establecido, pero el almacenero daba la conformidad por la cantidad completa y luego lo iba arreglando manipulando los kardex de control logístico. Cortamos el contrato a los rateros, que tuvieron el desparpajo de denunciarnos en el Poder Judicial y unas semanas después  que dejé el cargo engañaron a un periodista de Correo para hacer pasar como que había habido corrupción desde la dirección, ¡cuando nosotros éramos los que los habíamos denunciado y despedido!

 

No ha sido mi único problema con la justicia al revés. Cuando pocos años después escribí un artículo diciendo que la “Via Expresa del Callao”, es decir el peaje que puso Kouri en la av. Faucett, era un robo, el sinvergüenza me enjuició por difamación pidiendo que le pagara una indemnización de 150 mil soles. Felizmente, al final tuvo que desistirse del juicio porque era obvio que no iba a ganar.

Náuseas.

 

Teorías

Las historias pueden seguir y seguir. Pero solo una buena teoría puede darle sentido a la persistencia y fuerza de la corrupción. Empecemos por las más absurdas: hay economistas pro-libre mercado que sostienen que, ante las enormes barreras burocráticas que pone el estado dificultando los negocios, la corrupción logra salidas a esas trabas, permitiendo que los negocios se desarrollen y ganándose en eficiencia. Por otro lado, si consideramos, como una mirada neoliberal simplista diría, que la gente siempre busca su propio interés y eso está bien porque ya la mano invisible del mercado lo arreglará todo, no puede llamarnos la atención que quienes pueden cobrar por arreglar algunos trámites lo hagan.

 

Nada de eso explica porqué hay estados muy corruptos y otros muy poco. La primera teoría fuerte es la de la historia: estamos llenos de corrupción porque así hemos estado siempre. Porque el estado colonial era un estado orientado precisamente a que se enriquecieran otros y no a defender el bien público, y porque desde entonces la forma como los españoles organizaron el estado fue entregando territorios y cargos públicos por dinero y como negocio particular. Hoy, esa misma idea sigue presente, la de que acceder a un cargo es un negocio, al que se va a enriquecerse y no a servir, y para llegar al cual hay que hacer una inversión.

 

Otra teoría es de economía política. Nuestra economía se concentra en la extracción de minerales y recursos naturales, y esa actividad tiene una diferencia importante con la industria. Una industria se puede poner en cualquier parte, y por lo tanto su dependencia del poder político es menor: si no la apoyan, se va a otro lado. La minería no puede irse a otro lado porque debe estar donde está el yacimiento, y por eso necesita del estado para tener el control territorial. Ese apoyo político puede darse a cambio de que los políticos reciban un pago. Abajo, como ha mostrado esta revista, muchas empresas mineras tienen convenios con la policía a quienes pagan adicionales e incluso premian a los comandantes y jefes de comisarías – claro, solo si se ponen de su lado. Arriba, el impuesto a las sobreganancias mineras se ha encajonado una y otra vez,  con Alan y con Ollanta, tras negociaciones en la cúpula a puertas cerradas. Ahora, pretenden prorrogar las concesiones petroleras que están por vencerse, por diez años más, a dedo, beneficiando exclusivamente a las trasnacionales. Millones en juego.

 

Finalmente, otra explicación es la institucionalidad política. Para ganar elecciones en el Perú no hace falta partido ni elecciones internas, solo candidato y plata para la campaña. Mucha plata. Y los que tienen mucha plata, están dispuesta a poner algunos millones para asegurarse más ganancias en el futuro. Pocas veces se ve el rastro de los billetes, pero en las elecciones pasadas Yanacocha financió mediante una fachada llamada Reflexión Democrática las campañas electorales de una docena de congresistas, gente como la fujimorista Cecilia Chacón que luego obviamente los defiende a capa y espada. Alianza para el Progreso funciona con el dinero del negocio de las universidades de César Acuña y evidentemente hace todo para que este negocio siga prosperando, aunque la calidad de nuestros profesionales vaya para abajo y la universidad pública también.

Náuseas.

 

Izquierdas corruptas y valientes

Pienso así: “izquierda” y “corrupción” son dos palabras incompatibles. Ser de izquierda es luchar por una distribución más amplia y justa de la riqueza  y el poder. Ser corrupto es concentrar la riqueza de manera injusta. Quienes se han presentado como izquierdistas pero son corruptos, no son de izquierda, son infiltrados o traidores. Hay que expulsarlos y meterlos a la cárcel, sin importar que carné de partido tengan. Simple.

 

¿Cuántas veces hemos visto en los últimos años un partido que denuncie que gente de sus filas es corrupta y los expulse? Hemos visto varias veces como ante denuncias comprobadas en la prensa, por limpiarse, luego de hacerse los locos un tiempo, de alguna suspensión temporal o licencia parcial, un partido expulsa a alguien como Rómulo León (pero Lucianita sigue feliz). Solo una vez hemos visto una agrupación política que desenmascara a gente de su propio grupo, los expulsa de su partido y pide que se les quite su cargo público: la Confluencia de las izquierdas en Lima con los regidores Luis Valer y Tito Quilla.

Una pequeña pastilla de esperanza frente a la náusea.

 

Pero no es suficiente. Hay que atacar las causas estructurales de la corrupción. La visión patrimonialista del estado, el individualismo egoísta extremo de los neoliberales, la economía rentista, el sistema político caudillista y las elecciones que resultan ser una feria de publicistas y caricatura de democracia.

 

Publicado en Hildebrandt en sus trece, 14 de junio de 2013 

No hay comentarios:

Publicar un comentario